Durante los 11 años que fue Mons. Eduardo el Obispo de Sololá se empeñó en fortalecer la pastoral de la diócesis promoviendo las Asambleas Anuales de Pastoral, promovió la creación del Plan Diocesano de Pastoral, impulsó el Seminario Mayor Nuestra Señora del Camino y el Seminario Menor Señor San José, incentivó la vida parroquial visitando todas las parroquias de la diócesis, que entonces comprendía los departamentos de Chimaltenango, Sololá y Suchitepéquez. La feligresía de las parroquias recuerdan con cariño las visitas del obispo por su especial cercanía y capacidad para "conectar" con todos. Fue especial su ocupación por la formación de los sacerdotes, para quienes fue siempre un pastor y amigo cercano.
La enfermedad que le llevó a la muerte supo llevarla con un profundo sentido cristiano, como lo fue toda su vida de entrega a Dios. Ciertamente podemos decir que ese modo tan santo de llevar al enfermedad y de afrontar la muerte no se improvisa. En él fue el epílogo de una vida entregada plenamente y con confianza al Señor. Fue el final de una carrera bien corrida.
Ahora no solamente nos ha dejado su rica herencia y testimonio. Nos ha de dejado la herencia de unas personas formadas con visión universal, enamoradas de la Iglesia y con afanes de servirla y amarla dónde y cómo sea. Ese mismo afán que queremos hacer vida y transmitirlo a las futuras generaciones.
Descanse en paz el Obispo Eduardo, sus obras le acompañan.