lunes, 3 de diciembre de 2012


Mensaje para el Adviento de monseñor Gonzalo de Villa, obispo de Sololá-Chimaltenango

Panajachel, 23 de noviembre de 2012

Queridos sacerdotes, religiosos y religiosas, seminaristas y laicos de nuestra diócesis:
El 1 de Diciembre en la tarde comienza el Adviento, un hermoso tiempo en el calendario litúrgico que marca la espera, la esperanza, que nos abre el camino a la reflexión y a la conversión. El Adviento es el tiempo en que esperamos la llegada del Mesías, en que nos preparamos para la Navidad, para la celebración, un año más, del nacimiento del Salvador.
El Adviento es también tiempo de conversión. El nacimiento de  Juan el Bautista y su misión de precursor nos presenta a un personaje íntimamente vinculado con el Adviento. En él encontramos no solo a alguien de la familia de Jesús sino también alguien cuya concepción fue milagrosa -sus padres eran de avanzada edad-, alguien que mostró su alegría, ya antes de nacer, ante la presencia de la Madre de Dios. Su misión en el Jordán nos presenta a alguien que abre el camino al que ha de venir después de él. Es una misión  de llamada a la conversión, de arrepentimiento de los pecados y de un llamado a cambiar de vida y, sobre todo, a tener a Dios como centro de la vida.
Nosotros también meditaremos en estos próximos días la lectura de los textos sobre el precursor. Ahí nos podremos preguntar sobre nuestra familiaridad con Jesús. ¿Nos sentimos cerca del Señor? ¿Lo queremos tener por Rey? ¿Queremos cambiar nuestra vida y nuestro corazón para que éste esté preparado como pesebre humilde en el que el Señor se digne nacer?
Los invito a que nos pongamos en oración meditando las escenas evangélicas propias del tiempo. ¿Qué tenemos que aprender de Zacarías, el padre del Bautista? A él le faltó la fe pero también recibió después el don de la palabra para anunciar, desde la fe, las maravillas que el Señor había obrado en él. De Isabel, la mujer anciana y con las esperanzas perdidas de poder dar a luz un hijo, podemos aprender la virtud de la esperanza, que espera contra todo juicio humano a contemplar las maravillas del Señor. Del Bautista, pataleador en el vientre de su madre, podemos aprender a exultar de alegría ante la presencia de la Virgen María, ya grávida de su hijo Jesús, nuestro Señor.
De Juan Bautista, predicando en el desierto y bautizando en las orillas del Jordán podemos aprender a seguir el plan de Dios en nuestra vida. Su predicación llama a la conversión y al arrepentimiento. A nosotros hoy también el Señor nos llama a la conversión, que significa volver nuestro corazón hacia el Señor para que con fe podamos reconocer lo alejados que a veces nos colocamos ante el Señor. Acercarnos al Señor es el sentido primario del Adviento así como también lo es arrepentirnos de nuestros pecados, vale decir, de todo aquello en que por egoísmo nos alejamos del Señor.
En el Año de la Fe en que estamos nos sentimos invitados a profundizar nuestra fe pero también a volverla fuerte y tierna hacia ese Dios que se abaja hasta hacerse recién nacido para nuestra salvación.
El Adviento es también tiempo alegre en que esperamos con ansia la llegada de la Navidad. Es tiempo de ejercer la solidaridad hacia los hermanos más necesitados como manifestación de que nuestra fe es viva y actuante. En ese sentido recordemos en nuestra oración y en nuestro esfuerzo caritativo a los hermanos damnificados por el terremoto del 7 de Noviembre.
Que el Señor nos ayude entonces a vivir estas semanas con alegría y expectación cristiana, con el deseo de convertirnos y volvernos hacia el Señor. Que San Juan Bautista, protagonista del Adviento nos ayude a reconocer a Jesús como el Cordero de Dios que llega a nosotros y que, finalmente, la Virgen María, en su advocación como Inmaculada Concepción, nos haga sentir la disposición interior para hacer de nuestra vida una vida consagrada al Señor.
Con mi bendición, 
X Gonzalo de Villa sj
Obispo de Sololá-Chimaltenango

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