El Logo
Una paloma sostiene levemente sobre su ala un globo
poliédrico, mientras se posa sobre el fluir de las aguas de las que se levantan
tres estrellas, custodiadas por la otra ala.
El Logo para el año de la vida consagrada,
expresa por medio de símbolos los valores fundamentales de la vida
consagrada. En ella se reconoce la «obra
incesante del Espíritu Santo, que a lo largo de los signos difunde las riquezas
de la práctica de los consejos evangélicos a través de múltiples carismas, y
que también por esta vía hace presente de modo perenne en la Iglesia y en el
mundo, en el tiempo y en el espacio, el misterio de Cristo» (VC 5).
El signo gráfico que dibuja
el perfil de la paloma corresponde en árabe a la palabra Paz: una llamada a la
vocación de la vida consagrada para que sea ejemplo de reconciliación universal
en Cristo.
Los símbolos en el Logo
La paloma sobre las
aguas.
La paloma pertenece a la simbología clásica para
indicar la acción del Espíritu Santo fuente de vida e inspirador de
creatividad. Es una referencia a los
comienzos de la historia: en el principio, el Espíritu de Dios aleteaba sobre
las aguas (cfr. Gen 1,1). La paloma, que planea sobre un mar hinchado de vida
sin expresar, recuerda la fecundidad
paciente y confiada, mientras que los signos que la rodean revelan la acción
creadora y renovadora del Espíritu. La
paloma evoca además la consagración de la humanidad de Cristo en el
bautismo.
Las aguas formadas por piezas de mosaico, indican
la complejidad y la armonía de los elementos humanos y cósmicos, que el
Espíritu hace "gemir" según los misteriosos designios de Dios (cfr.
Rm 8,27), para que converjan en el encuentro acogedor y fecundo que lleva a una
nueva creación, aunque estén amenazados por un mar de hostilidades - la paloma
vuela sobre las aguas del diluvio (Gn 8, 8-14). Los consagrados y las
consagradas en el signo del Evangelio - desde siempre peregrinos entre los
pueblos también por las vías del mar - viven su variedad carismática y diaconal
como "buenos administradores de la multiforme gracia de Dios" (1Pd
4,10); marcados por la Cruz de Cristo hasta el martirio, habitan la historia
con la sabiduría del Evangelio, llevando la Iglesia a que abrace y sane todo lo
humano en Cristo.
Las tres estrellas.
Recuerdan la identidad de la vida consagrada en el
mundo: como confessio Trinitatis, signum fraternitatis e servitium caritatis.
Expresan la circularidad y la relación del amor trinitario que la vida
consagrada trata de vivir cada día en el mundo, en el signo de la fraternidad.
Las estrellan indican también el triple
sello áureo con el que la iconografía bizantina honra a María, la toda
Santa, primera Discípula de Cristo, modelo y patrona de toda vida consagrada.
El globo poliédrico.
El pequeño
globo poliédrico significa el mundo con la variedad de pueblos y
culturas, como afirma el Papa Francisco (cfr EG 236). El soplo del Espíritu lo sostiene y lo
conduce hacia el futuro. Invitación a los consagrados y a las consagradas a que
sean "portadores del Espíritu (pneumatophóroi), hombres y mujeres
auténticamente espirituales, capaces de fecundar secretamente la historia"
(VC 6).
El Lema
El lema da un ulterior relieve a identidad y
horizontes, experiencia e ideales, gracia y camino que la vida consagrada ha
vivido y sigue viviendo en la Iglesia como pueblo de Dios, en el peregrinar de
las gentes y de las culturas, hacia el futuro.
Evangelio: indica la norma fundamental de la vida consagrada que es la «sequela Christi tal y como la propone el
Evangelio" (PC 2a). Primero como
«memoria viviente del modo de actuar y de existir de Jesús" (VC
22), después como sabiduría de vida en
la luz de los múltiples consejos que el Maestro propone a los discípulos (cfr
LG 42). El Evangelio da sabiduría orientadora y gozo (EG1).
Profecía: indica el carácter profético de la vida consagrada que se
configura "como una forma de
especial participación en la función profética de Cristo, comunicada por el
Espíritu Santo a todo el Pueblo de Dios" (VC 84). Es posible hablar de un auténtico ministerio
profético, que nace de la Palabra y se alimenta de la Palabra de Dios, acogida
y vivida en las diversas circunstancias de la vida. La función se explicita en
la denuncia valiente, en el anuncio de nuevas "visitas" de Dios y
"en el escudriñar nuevos caminos de actuación del Evangelio para la construcción
del Reino de Dios" (ib.).
Esperanza: recuerda el cumplimiento último del misterio cristiano. Vivimos en
tiempos de extendidas incertidumbres y de escasez de proyectos de amplio
horizonte: la esperanza muestra su
fragilidad cultural y social, el horizonte es oscuro porque "parece haberse perdido el rastro de
Dios" (VC 85). La vida consagrada tiene una permanente proyección
escatológica: testimonia en la historia que toda esperanza tendrá la acogida
definitiva y convierte la espera "en misión para que el Reino se haga
presente ya ahora" (VC 27). Signo de esperanza, la vida consagrada se hace
cercanía y misericordia, parábola de futuro y libertad de toda idolatría.
"Animados por la caridad que el Espíritu Santo
infunde en los corazones" (Rm 5,5) los consagrados y las consagradas
abrazan pues el universo y se convierten en memoria del amor trinitario,
mediadores de comunión y de unidad, centinelas orantes en la cresta de la
historia, solidarios con la humanidad en sus afanes y en la búsqueda silenciosa
del Espíritu.