jueves, 25 de noviembre de 2010

"Luz del mundo", por Benedicto XVI. Una Antología


Ofrecemos a continuación una selección de textos del libro-entrevista del Papa.

La alegría del cristianismo
Toda mi vida ha estado siempre atravesada por un hilo conductor que es el siguiente: el cristianismo da alegría, amplía los horizontes. En definitiva una existencia vivida siempre y solamente “contra” sería insoportable.

Un mendigo
En lo que se refiere al Papa, él también es un pobre mendigo frente a Dios, incluso más que los otros hombres. Naturalmente siempre le rezo ante todo al Señor, al cual estoy ligado, por decir así, por una antigua amistad. Pero invoco también a los santos. Soy muy amigo de Agustín, de Buenaventura y de Tomás de Aquino. A ellos les digo: “¡Ayúdenme!” Luego, la Madre de Dios es siempre y de todos modos un gran punto de referencia. En este sentido, me introduzco en la comunión de los santos. Junto a ellos, revigorizado por ellos, hablo luego con el Dios bueno, sobre todo mendigando, pero también agradeciendo; o simplemente contento. 

Las dificultades
Las había puesto en la cuenta. Pero ante todo sería necesario ser muy cautos con la evaluación de un Papa, así sea significativo o no, cuanto aún está vivo. Sólo en un segundo momento se puede reconocer cual lugar, en la historia en su conjunto, tiene una determinada cosa o persona. Pero que la atmósfera no habría sido siempre alegre era evidente en consideración de la actual constelación mundial, con todas las fuerzas de destrucción que existen, con todas las contradicciones que en ella viven, con todas las amenazas y los errores. Si hubiera seguido recibiendo solamente consensos, habría tenido que preguntarme si de verdad estaba anunciando todo el Evangelio.

El shock de los abusos
El hecho no me ha tomado por sorpresa del todo. Estando en la congregación para la doctrina de la fe me ocupé de los casos estadounidenses; había visto montarse la situación en Irlanda. Pero las dimensiones de todos modos fueron un shock enorme. Desde mi elección para el solio pontificio me había reunido repetidas veces con víctimas de abusos sexuales. Hace tres años y medio, en octubre del 2006, en un discurso a los obispos irlandeses les había pedido “establecer la verdad de lo que ha ocurrido en el pasado, tomar todas las medidas proporcionadas para evitar que se repita en el futuro, asegurar que los principios de justicia sean plenamente respetados y, sobre todo, curar a las víctimas y a todos aquellos que fueron golpeados por estos crímenes anormales”. Ver el sacerdocio repentinamente ensuciado de este modo, y con ello también la misma Iglesia católica, ha sido difícil de soportar. Pero en aquel momento era importante no dejar de mirar el hecho de que en la Iglesia el bien existe, y no solamente estas cosas terribles.

Los medios de comunicación y los abusos
Era evidente que la acción de los medios no estaba guiada solamente por la búsqueda de la verdad, sino que existiera también el gusto de poner en la picota a la Iglesia y, si fuera posible, desacreditarla. Y sin embargo era necesario que quedara en claro esto: mientras que se trate de llevar a la luz la verdad, debemos saber reconocer los hechos. La verdad, unida al amor entendido correctamente, es el valor número uno. Y luego los medios de comunicación no habrían podido dar estos informes si no hubiera existido el mal en la misma Iglesia. Los otros han podido dirigir el mal contra la Iglesia sólo porque este ya estaba dentro de ella.

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